martes, 5 de mayo de 2015

Fabrica de fantasmas

Sonaron las campanas de la hora cero y en la fábrica comenzó la febril actividad.

En un sector, los operarios cortaban las sábanas según el molde diseñado por el Departamento de Ingeniería Fantasmal. 

En el área adjunta, las costureras daban forma a las siluetas mientras unos pequeños gnomos con manos de alicate perforaban los ojos y la boca.

Sobre la cremallera corrediza se apilaban los proyectos de fantasma que pasaban al Departamento de Planchado. Allí, prolijamente colgados en perchas de algodón, esperaban el toque final: debían tener un alma. 

Cada noche se repetía el ritual iniciático de las miles de telas de lino blanco que se suspendían en el aire para asustar a niños y desprevenidos.

Pero esa madrugada, todo cambió. El capataz dio la orden y paró la producción. Todos se inmovilizaron al son de la sirena que hirió los oídos. La cadena productiva se detuvo por completo. El pequeño fantasma salió de la fila y se alejó avergonzado arrastrando su sábana celeste.


Hadamus (posiblemente un chico poco cuerdo, pero solo posible).

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