lunes, 29 de febrero de 2016

Diario de un loco:04. "hay que conducir con precaución"

He cogido las gafas de sol y las llaves de mi automóvil partiendo rumbo al garaje de mi casa. Hoy tenía ganas de sentir la libertad, sentir como el viento me despeinaba, sentir como el viento me acariciaba. Me he aposentado cómodamente en él, he quitado el techo y he introducido un pendrive con la música seleccionada para el evento liberador.

Nada más salir, notaba como los rayos ultravioletas penetraban por mi cuero cabelludo. Notaba el calor. Notaba el masaje calentito. Mi intención era cruzar la urbe y emprender destino a una pequeña carretera que conozco, a las afueras, poco transitada y que corona un pequeño monte donde existe un mirador desde el que se contempla toda la ciudad. Era consciente, que hoy era un día laboral, que no me encontraría a nadie en mi estampida, que estaría solo, que quería estar con ella y que quería abrazar a solas, a la soledad. Deseaba escuchar el ruido del silencio.

Aún dentro de la urbe  y ansioso por llegar a la carretera solitaria para poder aumentar el volumen de mi reproductor, me detengo en un semáforo en una vía amplia de dos carriles para cada sentido. Circulaba por la derecha y era el único coche que estaba detenido, contando los segundos para que el lucero administrador de seguridad vial, mutara al color verde.  A los pocos segundos, se detiene paralelo a mí, un vehículo.

Miro por pura chafardería y observo que es pilotado por una chica, rubia y de aspecto muy agradable para mis ojos. Retomo mi atención a la circulación y veo nacer la luz verde. Salgo lentamente, me gusta ir despacio. No tenía prisa, es más, tenía todo el tiempo del mundo. La conductora hermana de vía, me adelanta con mucho ímpetu, con velocidad, con prisa, con un se acaba el mundo, vamos, corre!.

A los pocos metros, ambos carriles se convertían en uno, ella me ganó, yo le deje ganar, yo no competí.  Ya en calzada única, divisaba como se alejaba de mi presencia. Había sido un placer para mis ojos, anónimo y fugaz, muy fugaz. A lo lejos, diviso como  el coche de la rubia veloz, realiza un viraje rápido y descontrolado, comiéndose literalmente el capó de su vehículo una farola que perpetuaba desde hacía décadas con aires de grandeza, vigilante como siempre, en su acera. La colisión, hizo rebotar el coche de la piloto quedando este casi por voluntad divina, perfectamente estacionado en la calzada al final de una hilera de vehículos estacionados. De la nariz del vehículo, emanaba un denso humo blanco.

Accioné mi lámpara señalética de color rojo, hacia la derecha, y detuve mi coche detrás de la come farolas. Me bajé y anduve los escasos metros que me separaban del vehículo resfriado. Al llegar, observé como la rubia, le daba golpes al volante de su pobre auto herido. Toqué con suavidad la ventanilla, con unos leves golpecitos de nudillo. Ella se giró, me miró y deshizo el muro de cristal que nos separaba.

-Hola, estas bien?, le dije.
-Sí, estoy bien, he mirado un momento el móvil….y ya sabes lo que pasa. Gracias.
-Seguro, no te has hecho daño, necesitas algo?.
-Gracias, estoy bien, pero me he cargado el radiador del coche, no puedo circular……suspiró.
-Bueno, lo importante es que estés bien, llama a la grúa y todo arreglado, le dije.
-Sí, la llamaré, pero tengo mucha prisa, tengo la reunión más importante de mi vida. Llegaba tarde…., me dijo con voz temblorosa.
-Quieres que te lleve a algún sitio, no tengo prisa?.
-Me miró, pensó unos segundos y me dijo: de verdad?
-Sí, sí, de verdad, no me importa. No tengo nada importante que hacer.
-Gracias, eres muy amable, susurro ella con una fisonomía facial de chica buena, avergonzada por lo que había hecho.

Nos subimos al biplaza y le dije amablemente; dónde te llevo?. Me dio la dirección. Correspondía a un edificio de oficinas a las afueras de la ciudad, justo en la ruta que tenía prevista realizar  en ese día de escalada motorizada al monte.

Le dije; mira, justamente iba para esa zona. Ella me contestó, sí, de verdad?. Yo asentí con míi cabeza; sí, voy a las afueras de la ciudad.

Al accionar el motor de arranque de mi coche, automáticamente se puso el coche a recitar mi música. La música que iba escuchando. La música seleccionada minuciosamente por mí, para el evento del día.

La rubia, de forma entusiasmada, me dijo: ohhhh, me encanta esta canción!, puedo subirla?.
Claro que puedes, es una de mis preferidas. Iniciamos juntos la travesía prevista.

-Vas a trabajar?, me pregunto.
-No, voy de paseo, estoy de paseo. Contesté.
-De paseo?, interrogó. Ahora, esta vez, con cara de niña buena, de niña inocente.
-Sí, hoy me he tomado el día libre, el día para mí, el día de autodisfrute.
-Jolín, que suerte, que envidia!, contestó ella con una voz que mezclaba la euforia y el sosiego pensativo,  a la vez.

Yo me había puesto mis gafas de sol en forma de diadema, la miré, y sus ojos coincidieron a la perfección con los míos. Contesté a la última afirmación de la guapa chica con un disimulado guiño de mi ojo derecho. Ella sonrió, giró su cabeza y pude observar como miraba hacia delante, sin mirar, sin ver. Su mente no estaba allí.

Se hizo el silencio. Solo nos separaban unos centímetros entre los dos, y una agradable melodía de fondo. Ahora el viento nos acariciaba a los dos.

Observando, sin delatar mi acción, con extremo cuidado por mi parte, la miraba de reojo. En ese momento, pude divisar como la desconocida chica, se había acomodado plácidamente en el asiento de piel del coche, inclinado su cabeza hacia atrás y como su preciosa melena rubia bailaba un sensual tango con el aire.

Al tener ella los ojos cerrados, me recreé, me aproveché de la chica. La contemplé con detalle, con precisión analítica. Era guapísima, era gusto el tipo de mujeres que me gusta. Vestía  ropa informal, pero con elegancia. Su falda era una galería de arte, donde se exponen obras para ser observadas. Su falda no tenía ni la más mínima intención de ocultar esas piernas, a ningún atento espectador. Tenía unas piernas, preciosas.

Sin ser una persona ducha en el aspecto, podía concluir con facilidad que era una chica estresada. Se le notaba en todas las células de su cuerpo. Yo era sensible para la identificación de esas situaciones del ser humano del siglo XXI.

Sin aviso previo, sin abrir y mostrar al mundo sus preciosos ojos, la chica con  boca sensual, dijo;  joooo! Que relajante es esto, música, aire en la cara!. Abrió sus ojos de golpe, se giró y me dijo con una sonrisa en la cara; me llevas cada día al trabajo…?

Sabía que me había pillado mirándola, y lo peor de todo es que sabía que ella era consciente que lo estaba haciendo. Fijé con disimulo, de nuevo, mi mirada en la calzada, y contesté, sin pensar, sin medir mis palabras; te llevo a donde quieras, el resto de mi vida, si me sonríes así.

El silencio, nos volvió a visitar. Yo la miraba de reojo. Ella me miraba exactamente con la misma pésima estrategia de camuflaje, a mí. Su cara era diferente, era pensativa, muy pensativa.

Mi enferma masa gris, me iba autointerrogando: Es la melena de esta guapa chica, mi bandera izada al viento, de la conquista de un barco encontrado a la deriva en el mar?

Ella, no sé que pensaba. Cerró de nuevo sus dos estrellas oculares y se dejó llevar en mi asiento, deslizándose sobre él, nuevamente.

Al llegar justo al desvío que nos llevaría a la dirección que me había facilitado ella, sin razón aparente, sin meditación previa y con ausencia plena de sentido común, la pasé de largo. Proseguí en dirección al destino que tenía prefijado antes de tropezar con la niña guapa. Ella, de ojos cerrados y melena suelta, no fue consciente de mi acto.

A pocos kilómetros, me desvié hacia la carretera desierta, repleta de curvas y rodeada de abundante vegetación. Llevábamos pocos minutos en ella y la chica, volvió a alumbrar el mundo, abrió sus ojos.

Dónde estamos?, me preguntó con una cara que intentaba disimular su entusiasmo.
Hoy, no vas al trabajo, le contesté yo, sin retirar mi mirada de la zigzagueante carretera.
Me secuestras? Contestó ella con una sonrisa en sus labios.

Observé justo a la derecha, un pequeño llano. Aún no habíamos llegado al replano que corona la montaña, objetivo de mi excursión liberadora. Detuve el coche, apagué el motor, extraje las llaves y me bajé. Cerré mi puerta al salir y sin hablar, sin mirar, me fui a la puerta de la pasajera del día. Estiré mi brazo sosteniendo al final, en mis manos, las llaves del coche.

Tienes 10 segundos para escapar, toma las llaves de mi coche y vete. Cuando llegues a tu oficina, deja las llaves escondidas en el parasol. Conozco la dirección, iré más tarde a buscar el coche, y no te preocupes por mí, me gusta caminar y estamos cerca…..,  dije a la chica que conforme aumentaba el tiempo, me parecía más y más guapa.

Ella se quedó sorprendida, pero en mi opinión, era una sorpresa muy agradable para ella.
En el transcurso de los 10 segundos, interrumpí el silencio y le dije; además, debes de saber una cosa, sino huyes, te follaré.

Yo estaba situado a 1 metro aproximado de la puerta de ella, en el llano. La chica, me miró, con una cara que no había visto en ella hasta ese momento y me dijo; acércate.

Me aproximé al coche hasta estar absolutamente paralelo y tocando con mis piernas la puerta de ella. El coche era bajo, y en mi posición, desde arriba, podía divisar con total claridad el escote de sus senos.

Sin mediar palabra, la chica sacó sus manos por la ventanilla y se dirigió directamente a mi pantalón. La estructura del coche, parecía estar justamente diseñada para ello. Mi polla, quedaba a la altura de la ventanilla. Sin parar de mirarnos a los ojos, notaba como me liberaba el cinturón de mi pantalón y como bajaba lentamente la cremallera. En unos segundos, mi polla estaba erecta. Me sacó la polla dura y me dijo sin dejar de mirarme, acércate más.

Noté como su boca, estaba caliente. Noté como se tragaba de golpe mi polla. Solté un suspiro y puse mis manos en su cabeza.

Era muy buena practicando sexo oral y se veía perfectamente que ella disfrutaba con ello. Sin mediar palabra previa, se la sacó de la boca y me dijo; no me vas a follar, te voy a follar yo. Abrió la puerta del coche y sin dejar de sostener mi polla dura en sus manos, me tiró de ella como si de una cadena para perros se tratara, estirando de ella mientras caminaba hacia un trozo con hierba verde corta que había detrás de unos setos. 

Me giró de golpe, me besó y empujó contra el suelo. Estírate me dijo…

Estando estirado en el suelo, la chica guapa, se situó de pie con las piernas abiertas sobre mí. Yo podía divisar perfectamente su tanga. Acto seguido, me dijo; desde que te he visto en el semáforo, me gustas y sabía que estabas loco por follarme. Se puso de cuclillas, se apartó el tanga y se clavó mi polla dura, de golpe y hasta el fondo. La chica rubia, soltó un fuerte gemido.

Empezó a cabalgarme como fuerza, rapidez y clavándosela constantemente. Yo, divisaba de nuevo el baile de su melena con el viento, pero esta vez, la chica de piernas bonitas, ojos bonitos y boca sensual, me estaba follando en medio de la nada.

Estiré mis brazos, le levanté la blusa y el sujetador. Tenía unos pechos preciosos ella y yo, una vista privilegiada desde abajo. Se los agarré fuertemente y ella gimió. Sin dejar de agarrarlos con fuerza, deslicé en ambas manos mis dedos índice y pulgar, presionando con la fuerza justa los dos pezones de mi folladora rubia.

Ella, entre balbuceos, me dijo, me voy a correr pronto, tienes una polla dura y perfecta para mi coño. Tú, taxista guapo, no te corras, no he desayunado hoy.

Entonces, desplacé mis manos una por delante de ella y otra por detrás. Con mis dedos, podía ahora tocar mi polla que aparecía y desaparecía en su coño, por ambos lados. Uno de mis dedos buscó la ubicación exacta de su clítoris. El otro, la entrada de su culito.

Empecé a mover mi dedo rápidamente por su clítoris, haciendo presión sobre él. El otro, el que tenía en la parte de atrás, lo introduje lentamente en su culito. La chica, la rubia, la piloto, la folladora, gritó; diooossss!.

Empezó a correrse, notaba como bajaba toda su humedad por mi polla dura y notaba como me inundaba mis huevos de ella. Yo estaba a punto de explotar, a punto de escupir leche. Me controlé.
Al terminar de correrse ella, me dijo; diossss que corrida más buena, ahora quiero el desayuno. Se levantó, se puso de rodillas y se metió mi polla húmeda en su boca. La comía de maravilla, en breve me haría escupir.

Ella, me miró y me dijo; quiero tu leche taxista, yo le contesté; la vas a tener ahora, me tienes la polla como una piedra, pasajera…..

Empecé a escupir leche, había fabricado mucho, esta rubia me había hecho fabricar desde que se subió en mi coche. Las primeras escupidas, salieron con muchísima presión. Mi pasajera, se tragó hasta la última gota.

Al terminar de correrme, incorporé medio cuerpo y la besé apasionadamente, sosteniendo mis manos en ambos lados de su cabeza. Su boca, sabía a leche.


Hadamus, conductor, cauto,,,,




jueves, 25 de febrero de 2016

Diario de un loco:03. "he visto las estrellas".

Llegué a casa tarde. El día había sido agotador. Reuniones, reuniones y más reuniones. Al entrar, en el recibidor, ya en mi casa, empecé a deshacer el nudo de mi corbata que recobró vida al sentirse liberado, y de forma autónoma se deslizó sobre mi americana, cayendo sobre la cálida madera del suelo.

El silencio, era absoluto, aunque  éramos  tres, mi soledad, mis zapatos al impactar contra la madera y yo. En el breve recorrido desde la entrada hasta el salón, me despoje de la americana, me abrí mi camisa blanca impecable y estiré de ella para liberarme y ponerla por encima del pantalón. Resoplé aliviado y me quité los zapatos sin desatarlos.

En el fondo del salón, me daba la bienvenida a casa, mi amor. Esa estantería que no se queja, que aguanta los kilos y kilos de peso que le pongo y que me cuida y me ordena con todo cariño, mis libros y mi música. Esa estantería, mi estanteria, es tan cuidadosa que no deja que pase el polvo, los olores o la  contaminación. Esa estantería, que me deleita con placeres tan grandes como coger un libro, pasar sus hojas rápidamente y oler, sentir ese olor a libro bueno, a libro maduro, a libro sabio.

Al verla, sonreí y seleccioné un CD que me apetecía escuchar hoy. Lo inserté en el reproductor, bajé la luz de la sala con el potenciometro quedando iluminada muy próximo a la penumbra.

Me acerqué al mueble bar, copa snifter de cristal fino, muy fino y me serví un poco de brandy añejo.

Dejé caer mi cuerpo, mi yo, a peso muerto, en el cómodo sofá relleno de plumas y me instalé posturalmente en decúbito supino. Cerré los ojos, me aislé del mundo y dejé pasar por mi nervio auditivo la música, mi música.

Sonaba magestuosamente, como solo sabe hacerlo él, penetrando en mí cada acorde, cada nota, él, el chelo. Tan elegante, tan serio y tan sentimental, como siempre. El chelo, siempre recita palabras de amor. Lo hace en tono grave, es su voz, es su ser, pero si le prestas atención, si lo sientes y no lo escuchas, verás que es un don Juan de categoría suprema.

Ya tenía la mente en blanco y estado de quietud total, alterada solamente por dos motivos; respirar y mojarme los labios con ese aromático brandy de barrica antigua.

Estiré un brazo para aflojar mi cinturón y sin querer, roce mi miembro viril. Me gustó esa sensación no buscada y repetí el acto. Esta vez a conciencia.

En ese momento, en ese instante, sucedieron varias cosas al unísono. Se apago la música de mis oídos, mi mente dejo de estar en blanco, y se difuminó el sabor de mis labios a brandy.

Apareciste tú, me quitaste la música y me susurraste al oído, mi mente solo veía tus ojos y en mi boca, ufff en mi boca, mi boca me sabía a ti.

No estabas allí, de hecho, nunca has estado, pero yo, te veía, te sentía y te olía.

Cambiaste mis manos por las tuyas, y sentí un escalofrío que inundó todo mi ser corpóreo. Mi pene, empezó a cambiar de tamaño e intentaba inclinarse, levantarse y decir sin palabras: hola, nena, tenía muchas ganas de verte.

Entonces, empezó el baile, las subidas y las bajadas, y mi ritmo cardiaco y aquello que denomina la medicina como frecuencia respiratoria, aumentó notablemente.

Sin pensarlo, te nombré, te susurré e incluso en algunos momentos te grité. Te escuchaba, te sentía, te saboreaba, te olia y te veía. Estabas aquí, tú, mi nena, la nena de mis amores y desamores, en mi salón, en mi sofá, en mí.

Me hiciste olvidar mi nombre, quien soy y quien seré. Entraste hasta la neurona más escondida de mi cuerpo, me hiciste vibrar armónicamente, me proporcionaste dosis de placer inmedibles.

Quería sellar mis labios, pero no podía. Tu nombre se mezclaba en equilibrio perfecto con mi respiración agitada y profunda. Era como si no supiera hablar, era como si solo supiera nombrarte.

Me hiciste estallar, me trajiste a mi salón, a mi sofá, todas las estrellas del universo entero. Las tenía ahí, las podia tocar, pero sobre todo, las podia sentir. Era tu regalo, era tu huella, la huella de mi nena, de amores y desamores.

Gracias, nena.



Hadamus, aficionándome a la astrología.

martes, 23 de febrero de 2016

Diario de un loco:02. "arte underground".

Hoy me he levantado pronto. Tengo la gran suerte de vivir cerca de la naturaleza y que una de mis ventanas esté orientada a un monte.

La he abierto y dejado que una bocanada de aire fresco penetrara en mi alcoba. Al sentir como inundaba el habitáculo, he cerrado los ojos y me he dejado acariciar por ella. El viento, me venia de cara y traía con él un fugaz olor a campo, a naturaleza, a vida.

Acto seguido, me he dirigido a mi armario buscando en él mi ropa deportiva. Me he vestido para la gala matinal, cogido mi iPod con la selección musical del día y partido hacia la rué.

Al llegar a ella,  he puesto el ruidoso mundo en off. Auricular derecho, auricular izquierdo, play e inicio de mi danza urbana.

Hoy he seleccionado un camino para correr, que transita paralelo a un río. Es poco frecuentado (más allá de jóvenes enamorados a la luz de la luna). Me gusta el paisaje que diviso cada vez que practico deporte por esta ruta.

Me sentía bien, estaba bien, vivía bien. Los metros de mi andadura se iban acumulando detrás de mí. A escaso inicio de mi tarea, observo a dos jóvenes con algo en la mano junto a un muro. Conforme me aproximo a ellos, veo que tienen sujeto por sus extremidades superiores varios sprays aerosoles de pintura. Postrada en el suelo, yacía una bolsa de plástico blanca con dichos artilugios de gamberradas, en todos los colores del arco iris.

Si saber porqué, me detengo ante la presencia de ellos y  doy al stop de mi iPod.
Los dos jóvenes, me miran de forma inquisidora y guardan sus pinturas en la bolsa.

Uno de ellos, el más mayor, aunque a ojo de buen cubero estarían entre 15 y 16 primaveras, me dice: colega qué miras?. Yo sin saber porqué y a razón de qué, contesto: me molan vuestras pinturas!. Los jóvenes, se miran entre ellos y en este caso, el más pequeño le dice al otro: este pavo está pirao, vamonos brother.

El más longevo de los dos, dice: yo paso tío, que no hemos ni empezao y quiero hacerlo hoy que luego viene mi vieja y a ver donde guardo yo estos potes. Se gira a mí y me dice con voz forzada de mal actor: oye pavo pírate y continúa con tu royo.

Siguiendo sin saber, les digo: que ibais a pintar en el muro?. El imitador de chico duro me dice: vamos a dejar nuestra huella con un dibujo y con nuestras firmas, arte underground, colega!

Hechizado sin razón, sin lógica y sin pensamiento, les digo: os compro los
Sprays!!. Los jóvenes, se miran entre ellos con cara de incredulidad y el machote, me pregunta: pavo tú estás loco no?. Sin pestañear, sin dejar ni el paso de un leve suspiro entre la terminación de la frase del chico, contesto: Sí, estoy loco... con pose sería e incluso sobreactuada por parte mía.

El pequeño de los dos, a iniciativa propia y sin consultar con su compañero de hazañas me dice: 25 pavos y son tuyas!!. El "grande", entra en la subasta y dice: pero de qué vas brother o paga 30 trompos o no le doy na!.

Yo suelo salir a correr con una pequeña carterita donde solo llevo mi documento de identidad y un billete de 50 euros plegado. Deslizo mi mano hacia el pantalón, bajo la cremallera del bolsillo y extraigo mi cartera.

Subo la oferta, 50 pavos por la pintura!!,  vozarreo mientras extiendo mi brazo hacia ellos con el billete en la mano. Antes de llegar a la extensión total de él, el mayor de ellos me lo quita de la mano.

Con cara de niño de noche de Navidad, se dirige entusiasmado a su "brother": tíoooo este pavo está colgaooo, 50 trompos!!! Dale la puta bolsa!!!

El pequeño, la deja en el suelo y ambos salen a paso ligero sendero arriba.

Me aproximo a la bolsa, miro en su interior y saco todos y cada uno de los aerosoles. Levanto mi mirada y observo el lienzo. Un muro virgen de hormigón, huérfano de pintura de entre todos los demás hermanos de pared, los cuales lucían sus mejores trajes y vestiduras.

Sitúo de forma lineal y paralela al muro, todos los sprays en orden de calidez de colores. Pulso el play de mi iPod y empiezo la función.

Empecé por tus ojos, era lo que primero quería ver plasmado, era lo que primero quería sentir. Cuando gozaban de luz y vida propia pensé: estos son los ojos de mi nena, hablan sin palabras e hiptonizan sin péndulo...son los ojos en los que me gustaría navegar, sin mar, sin agua, sin barco y sin saber nadar....

Luego proseguí con la fisonomía de tu cara y tu cabello, ayyy tu cabello... No te puedes ni imaginar las noches y los días que te he soñado. Dormido y despierto, sereno y deambulante, vivo y muerto.  Esos hilos de seda fina, se deslizaban entre mis dedos, me olía la mano después de tocarte para olerte a ti, me hacías cosquillas en mi pecho cuando dormías apollada en él después de hacer el amor....

El reloj, consumió los minutos, los devoró. Pero estabas allí, la nena, mi nena. La que me roba sin querer el sueño, el hambre y en ocasiones la respiración. Es que eras tú, sí, sí, tú.

Ahora serías la reina del sendero, la guapa del barrio de los muros de hormigón...

Y lo mejor de todo...es que te podré ver cuando no estés. Te podré ver aunque no vengas. Te podré ver aunque no quieras. Te podré ver, te podré ver...

Firmé mi obra con tu nombre, junto con el epígrafe: "la nena de mis amores y desamores".


Hadamus, descubriendo su faceta "underground".

viernes, 19 de febrero de 2016

Diario de un loco: 01, "huida nocturna...".

Era tarde, muy tarde. Al mirar por la ventana de mi habitación, la calle estaba desierta.

El clima, a pesar de estar en época hibernal, era soportable. En ese momento, solo tenía puesto unos vaqueros,  desnudos mis pies,  desnudo mi torso.

La iluminación era tenue, muy tenue. Adoro ver bailar las sombras en la pared que provoca la llama incandescente de una frágil vela.

De fondo, una suave melodía, un aire caliente y puro que me abrazaba en mi deambulación por la habitación.

No sé por qué ni para qué, pero tuve la necesidad repentina de salir a la calle, de pasear, de vagar por la ciudad. Acto seguido me dirigí al fondo de mi habitación, a mi armario. Extraje de él una camisa de blanco puro, un jersey azul de cuello de pico, un pañuelo de seda, mi sombrero y un abrigo.

Me vestí a toda prisa. Quería estar ya, salir ya, pasear ya. Con la impaciencia, casi salgo descalzo. Me calcé esos zapatos que tanto me gustan de charol, brillante como las estrellas, relucientes como el nácar.

En el recibidor de mi casa, detuve unos segundos mi huida. Me paré y cogí del mismo, uno de aquellos puros que me gusta saborear en momentos especiales, en momentos de reflexión, en momentos de placer.

Ya, en lo que denominan los políticos como vía pública, calzado, vestido y ensombreado, encendí  mi puro. Inicié mi andadura, sin rumbo, sin meta, sin pensar. En la calle, solo estaba yo y el agradable repique de mis zapatos al colisionar con el duro pavimento.

Tenía una sensación rara, era una sensación de libertad, una sensación de que todo aquello que estaba allí, era para mí, si, si, solo para mí.

En mi cabeza, mientras exhalaba plácidamente el humo de mi puro, dejándolo deslizar suavemente entre la comisura de mis labios, resonaban dos cosas.

Como telón de fondo, tenía aquella agradable melodía de mi habitación, y como protagonista de la obra, como actriz principal, estabas tú.

Quería sin quererlo, sacarte de paseo, estar a solas contigo, enseñarte mi ciudad de noche y posiblemente, besarte a la luz de una farola.

Tu presencia era tan intensa en mí, que la agradable melodía cada vez era más difusa, más insignificante.

A los pocos metros de mi caminar, ya solo habitaba en mi mente un monólogo de ti, de tus palabras, de tus jajajajaj, de tus buffff, de tus :) o de tus P.

Recorría mentalmente todos y cada uno de los momentos vividos en distancia contigo, y queriendo sin querer, se me escapaba esa sonrisa de pillo que tengo.

Me senté en un banco del parque, saqué mi pequeño cuaderno de papel y mi viejo y despuntado  lápiz de carbón. Empecé a dibujarte, empecé a imaginarte. La verdad, me saliste guapa, me saliste sexi!!!.

Sin pensar, sin meditar, queriendo y sin querer, culminé mi pequeña obra con tu nombre. Reinaba a pie de página de mi pequeño pedazo de papel. Entonces, acto seguido, sostuve el papel entre mis manos e incliné mi cabeza hacia atrás, en ese pequeño banco destartalado del parque de mi ciudad.

Sin darme cuenta, sin haber prestado atención previamente, observé que el cielo estaba sereno, estaba transparente, estaba poblado de lucientes estrellas.
Intentando jugar a encontrar las constelaciones, divisé que si realizaba una unión asimétrica mediante una línea imaginaria, podría crear en el cielo tu primera inicial. Cerré los ojos y pensé…uffff, como estas de tontín esta noche….

Al volverlos a abrir, incorporé mi cabeza a la postura natural de un bípedo y deslumbré a pocos metros de mí una roca natural, de dimensiones considerables y familia de toda una serie de ellas puestas cuidadosamente como decoración en aquel parque.

Tuve la necesidad de acercarme a ella, de tocarla. Cuando estaba ante su presencia, la rodeé con mis dos manos. El tacto era frío, pero a la vez, me parecía agradable.

Apreté mis manos contra ella, como queriendo dar pellizcos, como queriendo esculpir esa roca. Lógicamente, mis intentos fueron actos en vano.

Queriendo y sin querer, introduje mi mano derecha en el pantalón y extraje las llaves de mi casa. Con una de ellas, empecé a rayar la piedra. La definición, no era perfecta, pero la roca, la piedra, se marcaba.

A los pocos minutos, tenía dibujado en la roca una reproducción cuasi exacta al boceto de mi trozo de papel. Al final de mi gamberrada urbana, queriendo y sin querer, volví a coronar esa piedra con tu nombre.

Deshice mis pasos hacia mi casa, me desnudé, me tumbé encima de mi cómoda cama, puse encima de mi mesita de noche, mi trocito de papel y, queriendo y sin querer me dormí pensando en ti, me dormí pensando en tu nombre.


Hadamus, un gamberro urbano…

jueves, 18 de febrero de 2016

Caliente, gracias.

Ya soy capaz de detectar cuando va a pasar. Pones esa carita de nena mona. Arqueas las comisuras de tus labios superiores e inferiores, creando una circunferencia con los mismos, rozando la perfección geométrica. Los desplazas unos milímetros hacia adelante, y si paro, y si congelo la imagen, parece que me quieras a besar…

El problema es que no tengo el poder (de momento) de darle a la tecla del pause de la vida. En consecuencia, acto seguido, a correlación del alumbramiento de tu circunferencia labial perfecta, cierras los ojos y descargas sobre mí procedente de tus entrañas, una corriente de aire bucal al que denominamos bufido.

Lo haces como autoterapia propia o como elemento preventivo, es decir, seguramente como analgésico o diluyente de la ira que justo en ese momento, en ese instante, emanarías plácidamente hacia mi persona.

Pero claro, tú eres una nena educada, de buen caminar y de mejor comer. Y las nenas así, de buenos modales y de mejores andares, han de ser educadas con el prójimo.

Déjame que te cuente una historia, nena de mis amores y desamores.

Al bufarme, aunque que no derrames tus iras sobre mí directamente, me rocías de aire frio. Este penetra por los poros de mi epidermis, los cuales conectan con mis minúsculas terminaciones nerviosas. Dicho impulso, rápidamente, a la velocidad de 50 metros por segundo, recorre toda mi red nerviosa, pasando por mi médula espinal, desembocando en mi cerebro, haciéndome vibrar mis neuronas. Allí, es donde me doy cuenta que me estas bufando, allí es donde percibo y siento, que me  envías tu aire. Aire frio, que brota de tus entrañas y que no es el beso que mis ojos han creído anticipar.

No te digo nena, que no me bufes. Es incluso posible, que en ocasiones, me lo merezca. Solo te pido, humildemente, que retengas unos segundos el aire en tu boca. Que lo mastiques dentro de ella. Que lo masajees e incluso que lo humedezcas un poco.

El bufido, será el mismo. Continuará siendo una cuartada del beso que mis ojos creían ver. Del beso que mi boca, esperaba recibir.

Pero sabes una cosa, nena de mis amores y desamores, ahora, tu aire, será cálido. Tu preciosa boca, esa con la que besas a otros, habrá realizado unas de sus funciones: calentar el aire. Tu saliva, lo habrá humedecido.

Ahora, no me darás un beso, no, no lo tendré, pero recibiré aire calentito de ti, con sabor y olor a ti. La nena de mis amores y desamores.

Será entonces, un bufido placentero para mí…




Hadamus, solo acepto bufidos calientes….

miércoles, 17 de febrero de 2016

Proceso reflexivo

Hace días que no escribo nada en el blog. No me viene las ganas, inspiración o como queramos llamarlo. Reflexiono sobre ello y pienso….

Me faltan palabras, o estoy ebrio de ellas?

Estoy lleno, o estoy vacío?

No tengo nada que decir, o tengo demasiado?

Estoy deseoso por ti, o estoy apático?

Vivo o sobrevivo?

Falta de inspiración, o saturación de ella?

Sueño, o pienso?

Navego, o nado?

Vuelo, o camino?

Estoy vivo, o soy un cadáver?

Esclavo de mis palabras, o dueño de ellas?

Pienso en ti, o pienso en mí?

Libre, o preso?

Me importas, o eres banal?

Estoy, o estuve?

Voy, o vengo?

Respiro, o suspiro?

Soy yo, o es una ilusión óptica?


Y la última…..

Te importo, o no te importo?



Hadamus, en proceso de autointerrogación.