jueves, 18 de febrero de 2016

Caliente, gracias.

Ya soy capaz de detectar cuando va a pasar. Pones esa carita de nena mona. Arqueas las comisuras de tus labios superiores e inferiores, creando una circunferencia con los mismos, rozando la perfección geométrica. Los desplazas unos milímetros hacia adelante, y si paro, y si congelo la imagen, parece que me quieras a besar…

El problema es que no tengo el poder (de momento) de darle a la tecla del pause de la vida. En consecuencia, acto seguido, a correlación del alumbramiento de tu circunferencia labial perfecta, cierras los ojos y descargas sobre mí procedente de tus entrañas, una corriente de aire bucal al que denominamos bufido.

Lo haces como autoterapia propia o como elemento preventivo, es decir, seguramente como analgésico o diluyente de la ira que justo en ese momento, en ese instante, emanarías plácidamente hacia mi persona.

Pero claro, tú eres una nena educada, de buen caminar y de mejor comer. Y las nenas así, de buenos modales y de mejores andares, han de ser educadas con el prójimo.

Déjame que te cuente una historia, nena de mis amores y desamores.

Al bufarme, aunque que no derrames tus iras sobre mí directamente, me rocías de aire frio. Este penetra por los poros de mi epidermis, los cuales conectan con mis minúsculas terminaciones nerviosas. Dicho impulso, rápidamente, a la velocidad de 50 metros por segundo, recorre toda mi red nerviosa, pasando por mi médula espinal, desembocando en mi cerebro, haciéndome vibrar mis neuronas. Allí, es donde me doy cuenta que me estas bufando, allí es donde percibo y siento, que me  envías tu aire. Aire frio, que brota de tus entrañas y que no es el beso que mis ojos han creído anticipar.

No te digo nena, que no me bufes. Es incluso posible, que en ocasiones, me lo merezca. Solo te pido, humildemente, que retengas unos segundos el aire en tu boca. Que lo mastiques dentro de ella. Que lo masajees e incluso que lo humedezcas un poco.

El bufido, será el mismo. Continuará siendo una cuartada del beso que mis ojos creían ver. Del beso que mi boca, esperaba recibir.

Pero sabes una cosa, nena de mis amores y desamores, ahora, tu aire, será cálido. Tu preciosa boca, esa con la que besas a otros, habrá realizado unas de sus funciones: calentar el aire. Tu saliva, lo habrá humedecido.

Ahora, no me darás un beso, no, no lo tendré, pero recibiré aire calentito de ti, con sabor y olor a ti. La nena de mis amores y desamores.

Será entonces, un bufido placentero para mí…




Hadamus, solo acepto bufidos calientes….

No hay comentarios:

Publicar un comentario