Escuchaba de fondo el tic-tac del reloj de la mesita de noche. Era de madrugada y el mundo estaba en estado profundo de letargo. No podía dormir. Sentía como si las horas pasaran lentamente. Como si el reloj jugara conmigo a ponerme nervioso y mi lecho no me permitiera hacer uso de él.
Me levanté y fui directo a mi espacio íntimo de trabajo. Mis atuendos eran simplemente un pantalón de lino fino, en color blanco crudo, que solía usar como anexo a mi piel cuando mi intención era estar cómodo en casa. Mi torso, yacía desnudo.
Al entrar en mi oficina, encendí la pequeña lámpara de sobremesa, de luz cálida y tenue, que tanto me inspiraba y que tanto me había inspirado. La luz incandescente me permitió divisar de nuevo mi viejo escritorio de madera noble de nogal. Me encantaba sentirme abrazado por tal objeto de semejante longevidad, comprado a conciencia en un anticuario de la ciudad. Me encantaba pensar las historias que mi escritorio con más de dos siglos, había presenciado, había permitido, había escuchado.
Sobre él, se situaba mi ordenador. Aquel que hacía de todo, menos ordenarme. Aquel que me permitía una ventana al mundo y que en ocasiones, un pasadizo sin pasar por caja directo al infierno.
Me deshice de mi piel falsa y me dispuse cómodamente, totalmente desnudo, en la butaca supletoria de mi viejo escritorio. Quería sentirme lo más próximo posible a mi unidad, a mi yo, a mi ser, a mi Dios, a mi diablo.
El desordenador, estaba encendido. Situé lentamente, estirando a la perfección mis dedos como si la intención fuera acariciar un piano con el objeto de hacerle hablar, mis manos sobre el teclado.
La primera frase compuesta que emergió de la pantalla fue; hoy voy a escribir en primera persona del singular, hoy voy a escribir de mí, hoy además de mi cuerpo físico desnudo, voy a desnudar el alma, mi alma.
Y me pregunté….cómo soy?
Me autodefiniría con un ser, racional, en ocasiones. Con cierto grado de inteligencia, sensibilidad y promiscuo sexualmente. Un ser que puede disfrutar leyendo sobre los grandes Maestros filósofos del helenismo, llorar con una excelente pieza musical, volar ante la contemplación de una obra de arte, gritar cantando una canción de rock o de pop, llegar al orgasmo moldeando en arcilla virgen el cuerpo de una mujer, o ser un depravado en la cama en consenso con mi pareja de baile.
Pero, cuál es mi “filosofía” de vida? Cómo vivo la vida? Cómo consumo las horas que me faltan para morir?
Volviendo a mis sabios de cabecera, aquellos que para mí sentaron las bases del pensamiento humano 300 años A.C., en la antigua Grecia, me hacía pensar en el final de la historia, me lleva a reflexionar como veo yo la muerte, aquella que tarde o temprano me llegará, y que incluso te llegará a ti.
Epicuro decía: “todo bien y todo mal residen en la sensibilidad y la muerte no es otra cosa que la pérdida de sensibilidad. La muerte en nada nos pertenece pues mientras nosotros vivimos no ha llegado y cuando llegó ya no vivimos”.
Yo estaba vivo y no podía estar más de acuerdo con este Sabio. No me preocupa la muerte, no me preocupa morir. Soy consciente de que mi estancia en esto que llamamos tierra, es fugaz, es efímera. Me preocupa la vida, me preocupa en como la consumo, en como la exprimo, sin pensar en el mañana. Además, comparto la primera afirmación de Epicuro “todo bien y todo mal residen en la sensibilidad”. Me considero poseedor de un cierto grado de sensibilidad, provisto de armazón de hormigón como muralla artificial de muchas de las insensibilidades de este mundo. Un sensible, a pecho descubierto, en el mundo que vivimos, sería obligado por voluntades ajenas a mutar a sufridor permanente, desgraciadamente.
Con carácter general me considero hedonista, es decir, mi filosofía de vida es la búsqueda de placer en todo lo que hago o pienso. Dentro de esta Doctrina ética de la antigua Grecia, existían dos corrientes. La escuela cirenaica que plantea que los deseos personales se debían satisfacer de inmediato sin importar los intereses de los demás y la corriente de los epicúreos o también denominada hedonistas racionales, que es con la que identifico yo:
“Considerar que la felicidad consiste en vivir en continuo placer, porque muchas personas contienen el placer como algo que excita los sentidos. Epicuro consideró que no todas las formas de placer se refieren a lo anterior, pues lo que excita los sentidos son los placeres sexuales. Según él, existen otras formas de placer que se refieren a la ausencia de dolor o de cualquier tipo de aflicción. También afirmó que ningún placer es malo en sí, solo que los medios para buscarlo pueden ser el inconveniente, el riesgo o el error”.
Pero, si lo que excita los sentidos son los placeres sexuales (no excluyente de otros placeres), si tengo un buen sexo, soy o seré feliz?
Atendiendo de nuevo a la filosofía del Epicureísmo, que como he mencionado previamente, comparto con absoluta plenitud, los placeres y sufrimientos son consecuencia de la realización o impedimento de los apetitos. Epicuro distingue entre cuatro clases de apetitos, por tanto placeres:
• Los naturales y necesarios, como alimentarse, abrigo, y el sentido de seguridad, que son fáciles de satisfacer.
• Los naturales pero no necesarios, conversación amena, gratificación sexual.
• Los no naturales ni necesarios, la búsqueda del poder, la fama, el prestigio.
• Los no naturales necesarios, dinero, ropa...
Afortunadamente, tengo todos los placeres naturales y necesarios cubiertos, e incluso los no naturales necesarios. Los no naturales ni necesarios, no han sido ni son de mi interés. Me centraré en mi autoreflexión sobre mí, de los naturales pero no necesarios.
Para mí una conversación amena, es sinónimo de inteligencia entre ambos interlocutores. La gratificación sexual, es tener cubiertas tus necesidades físicas sexuales según los gustos personales de cada uno. Si le quitamos a la frase “según los gustos personales de cada uno”, tenemos sexo físico, que cumple su misión, pero no gratificación sexual.
He mantenido sexo con chicas que no es que no recuerde su nombre, es que era absolutamente incensario conocerlo por los dos. Me gustó, me gusta, es sexo en estado puro, placer físico a cambio de placer físico.
Pero…..y que me excita más?. Aquí realizaría una fusión en perfecto equilibrio de lo que dice el sabio de los placeres naturales pero no necesarios, es decir, conversación amena y gratificación sexual. Pero sin masa gris, solamente saciarás mi sexo físico.
Es decir:
“Encantado, Soy sapiosexual y lo que me más me excita de ti es tu masa gris.
Me pone que tu mente sea inquieta. Que te pongan las letras, la música, la ciencia, y el arte. Que a nada estimulante le digas que no. Me pone tanto que me estimules. Que todo te cause curiosidad y que desarmes y rearmes todo; mis pensamientos, los tuyos. Me pone que cuestiones al mundo, que no des nada por sentado, que vulneres el orden, sedicioso, subversivo. Me pone que empujes tus límites y que empujes los míos, que me dejes sin aliento, que me dejes deseando más.
Me pone cuando sabes cosas que yo no sé, y me las explicas, y me haces cómplice. Me pone que tus ideas me penetren y que tus palabras me violenten. Que me transgredas y que me atravieses entero, charlando. Me pone que sepas leerme. Que entiendas mi idioma. Que me pilles el humor, que me pilles la mirada. Que me retes y me invites a vivir en tu cabeza. Me excita que sepas cómo encontrar mi epicentro.
Me pone que te pienses ignorante. Que creas que sabes poco y que te falta aún por saber. Me pone que te conozcas tan bien que sepas entenderte, entenderme, y que siempre busques saber más. Que te comprometas con tus ideas y que no te de miedo cuestionarte o discutir: con los demás, contigo mismo. Me pone que te explores y que me explores a mí. Que sepas usar tu tiempo y que sepas cómo perderlo a conciencia. Me pone sentir que contigo me encuentro. Que contigo soy.
Me pone que escuches a tus demonios, y que de tanto en tanto, seamos los más malos del mundo, sin hacer daño a nadie, solo dándonos placer mutuamente.
Todo eso me pone…me pone mucho.”
Los placeres del cuerpo, aunque se consideran que son los más importantes, en el fondo su propuesta es el equilibrio voluntario y consciente de estos placeres, no su eliminación; no es posible conocer el placer si no se conoce el dolor, no se disfruta de un banquete si no se conoce el hambre.
Los placeres del “alma”, son superiores al placer del cuerpo: el corporal tiene vigencia en el momento presente, pero es breve, mientras que los del alma son más duraderos y además pueden eliminar o atenuar los dolores del cuerpo.
Llegado a este punto de autoreflexión, sentenciaría:
Fóllame el alma y después te follarás mi cuerpo.
“No había motivo para temer a los dioses porque estos, si bien existen, no pueden relacionarse con nosotros ni para ayudar ni para castigar, y por tanto ni su temor ni su rezo o veneración posee utilidad práctica. La muerte tampoco puede temerse, porque siendo nada, no puede ser algo para nosotros: mientras vivimos no está presente y cuando está presente nosotros no estamos. Cuando el hombre se libere de sus falsos temores y elija racionalmente sus placeres, llegará a ser un buen actor.”
Epicuro de Samos (Atenas, 341-270 A.C.)
Hadamus, solo escribo porque no se escribir.